Un signo lingüístico es relacional si tiene como propiedad el potencial de contratar una determinada relación con otro signo. La relacionalidad existe en ambos los niveles semántico y estructural (o gramatical). Visto que la relación entre semántica y estructura no es unívoca, no siempre un concepto relacional se representa por una palabra relacional.
Un concepto es relacional si no es pensable sin la relación con una unidad conceptual que lo satura en cierto respecto. P.ej., el concepto de comer no es pensable sin alguna cosa que se come. Si no se come nada, entonces no se come. De manera parecida, un hijo es necesariamente el hijo de alguien. Esa propiedad semántica de ciertos conceptos se concibe como una plaza abierta que otros elementos van a ocupar. Tal otro elemento que ocupa la plaza de un elemento relacional se llama su argumento. La plaza queda abierta hasta que el argumento la ocupe y así sature el concepto. Así en a, una plaza de argumento provista para los padres de Juan queda abierta. Si Pablo está en el contexto, uno puede mentalmente hacerlo ocupar esa plaza; de otros modos, esa oración no dice mucho.
. | a. | Juan es un hijo. |
b. | Juan es un hijo de Pablo. |
En cambio, en b Pablo llena explicitamente la plaza de argumento del concepto de hijo.
Un signo lingüístico es gramaticalmente relacional si tiene una plaza por la que contrata una determinada relación sintagmática con otro signo lingüístico. Una plaza es como un enchufe eléctrico que permite establecer una conexión. Más precisamente: Una plaza es una propiedad gramatical de un signo lingüístico tomado como miembro de cierta categoría gramatical, es decir, la propiedad de contratar una cierta relación sintagmática gramatical con otros signos. Las relaciones sintagmáticas en cuestión son relaciones de dependencia. P.ej., el verbo comer tiene una plaza para un sujeto y otra para un objeto directo. Esa propiedad gramatical está al mismo nivel que otras como el género de un sustantivo.
Si están dados un signo lingüístico que porta una plaza abierta y un ocupador de esa plaza, entonces la plaza determina
- la dirección de la dependencia constituida por ella, o sea, si su portador o su ocupador es el elemento dependiente de la relación
- la función gramatical (incl. sintáctica) del elemento dependiente en la relación
- por restricciones de selección: las propiedades gramaticales, especificamente la categoría sintáctica, de su ocupador
- los valores de ciertas categorías gramaticales secundarias de su portador y/o su ocupador
- la obligatoriedad vs. opcionalidad del miembro dependiente de la relación.
Ad 1: Si una plaza determina que su ocupador es el miembro dependiente en la relación sintagmática, entonces el elemento relacional rige el ocupador de la plaza. Así un verbo como comer rige su objeto directo, una preposición como por rige su complemento y un adjetivo com exento también rige el complemento del que el así modificado es exento. El conjunto de plazas por las que una palabra rige sus dependientes se llama su valencia. Por otro lado, si una plaza determina que su portador es el elemento dependiente en la relación sintagmática, entonces el elemento relacional modifica el ocupador de la plaza. Así un adjetivo como bello modifica su sustantivo núcleo – como también lo hace exento por su otra plaza –, y un adverbio como deprisa modifica el verbo del que depende.
Ad 2: Por su valencia, un verbo determina las funciones sintácticas de sus dependientes, p.ej. sujeto, objeto directo o complemento preposicional, tal como la valencia del verbo depender determina que este verbo rige su complemento a través de la preposición de. Lo mismo vale para el complemento de exento. Un corolario de una función sintáctica es la posición que el elemento dependiente toma en el orden de palabras.
Ad 3: La categoría gramatical del objeto del verbo fabricar es ‘inanimado’, mientras el sujeto de juguetear es ‘animado’; y el objeto directo de creer es ‘abstracto’. Por otro lado, un adjetivo como tacaño modifica un sustantivo ‘humano’, mientras rectangular modifica un ‘objeto físico’.
Ad 4: La plaza que un adjetivo tiene para su sustantivo núcleo determina que debe exibir el género y número de éste. La plaza que un verbo tiene para su objeto determina el caso que éste debe mostrar, como aspecto de su función sintáctica.
Ad 5: El complemento del adjetivo exento es obligatorio, mientras el complemento de semejante es opcional. Igualmente, el objeto directo de falsificar es obligatorio, mientras el objeto directo de comer es opcional.
La base de la relacionalidad gramatical es generalmente la relacionalidad semántica. Sin embargo, como la relación entre semántica y estructura no es unívoca, existen desvíos:
La relacionalidad semántica puede o no manifestarse al nivel grammatical. Las siguientes categorías de conceptos son semanticamente relacionales:
- términos de parentesco como ‘hijo’, ‘suegra’ etc.
- partes del cuerpo, como ‘cabeza’, ‘mano’ etc.
- regiones espaciales, como ‘frente’, ‘fundo’ etc.
En ciertas lenguas, incluso el maya yucateco, las palabras que expresan tales conceptos son inalienables, o sea, sólo se usan en construcción posesiva. La gramática de otras lenguas, incluso el español, hace poco caso de esa propiedad semántica, así que expresiones como una suegra, una cabeza, una frente son gramaticales y sólo requieren un contexto apropiado para su uso.
Es verdad que la relacionalidad es una propiedad intrínseca de ciertos conceptos. Sin embargo, conceptos son productos de una cierta cultura. También hay operaciones que cambian la relacionalidad de su operando. Cierta plaza para un complemento se puede bloquear. En maya si se quiere decir ‘un padre’, se aplica un sufijo derelacionador al sustantivo taatah ‘padre’ para formar taatah-tsil; y este ya no entra en ninguna construcción posesiva. Igualmente, la raíz kach- ‘romper’ abre una plaza para un objeto directo; pero si se quiere decir ‘romper’ sin especificar qué es que se rompe, se bloquea esa plaza por una derivación introversiva que forma el tema kaach-. También se puede agregar una plaza a una base. La raíz miis ‘barrer’ es intransitiva. Si se quiere barrer algo, se transitiviza la base por un proceso morfológico que le agrega el sufijo -t- para forma el tema transitivo miist-.